Apendicitis crónicas (las páginas colgantes)

TEORÍA DE LA PROSA - IRRESPONSABILIDAD DEL VERSO - IMAGINACIÓN DEL ENSAYO - INCERTIDUMBRE DE LA REFLEXIÓN

Por fuera de la luz





—No lo hagas otra vez… Otra vez no.

Eso es lo que ella me dijo cuando le dije: Me voy, tengo que hacer.

Al cabo de los días, el pájaro terrible se ha agostado y adopta un color gris como ceniza de un fénix que no renacerá. Sólo ceniza apenas, que se vuela en el pequeño viento cotidiano, como si fuera los últimos retazos de un pájaro cadáver.

Camino hasta mi hotel por esta calle que se agolpa sola en su si misma. Camino solo por una calle sola en una ciudadela hecha con trampas y hecha con venganzas. Es la calle ideal para los tipos que en la vida funcionan como yo. Camino, como caminan los desangelados a través de las sombras de sus ángeles.

La noche es un denso arrumaco de gatos. 

Pienso, mientras camino por esta untuosa turbidez, que en realidad no sé si acaso yo también no sea gato, carne de burdel que a veces paga copas en una barra lúbrica sólo para observar lo que sucede en ese brumoso alrededor nocturno que siempre huele raro. Pero uno acostumbra a moverse en ese formato de alimaña que solamente de noche hace lo suyo. Se acostumbra a pegar sin sentir culpa y también a matar sin sentir culpa, porque todo depende de cómo uno maneje la justificación que el deber impone.

Aunque estemos con otros, algunos somos seres empedernidamente solos. Por eso, en esta ciudad no tengo amantes. Nunca tuve amantes en esta ciudad, de esas que te esperan para toda la vida. 
Esta ciudad es como ella misma, sólo un “toco y me voy”, todo de paso, efectivo y fugaz. Nadie ancla aquí. Todo sucede como si no existiera y fuera sólo una figuración, apenas un mal sueño, una desbordada pesadilla, un acto impensando, la ocurrencia momentánea de un prestidigitador. 
Todos somos prestidigitadores aquí.

De tanto perseguir al monstruo, uno se vuelve el monstruo. 

La calle por la que camino y me lleva despacio hacia el hotel, parece un recoveco. Igual que yo. 

También, igual que en mí, no hay luces en el túnel.

(De: Hijos de tierras áridas)


Desdoblaje

Ilka Schonbein

¿Qué voy a hacer con vos
mientras la muerte te ajusta las ideas
y el tiempo se desalma sobre mí?

Escucho fados tristes que tiritan
sobre tu última boca,
sobre la exaltación de tus silencios del todo predecibles.
Ya sé que es este espanto intermediario
que separa y hermana nuestros tientos.
Este espanto
este espanto
este último espanto que fracasa y que habla
con bocas de arrumar y de mentir.

Viejo espanto que habla por mis ojos
y convoca las penas que arden miedos.

Soy ese pedregal hecho con ríos que ocurren solo a veces
en el tiempo frugal de las desgracias.
Sangre que crece amarga como un fruto de sal
en la intemperie angosta del acaso.

Solo como los solos
te extraño torpemente.
Hecho de angustia te extraño torpemente
al no querer morir de ser yo mismo.

Yo no quiero morir de ser yo mismo
tan desalado y álgido como un hueso podrido por su médula.

Quiero sentir
-aunque sea tan breve la circunstancia del momento cálido-
que tu boca se alza y recupera
el margen de piedad que hay en mis ojos

este último espanto

fracasado.


Carenciados



A veces lo veía contorsionarse, girando los brazos en posiciones imposibles que intentaban alcanzar también un punto imposible. Entonces, como si no supiera ya a qué se debía aquella rara danza, preguntaba un ¿qué te pasa? y él dejaba de retorcerse para mirarme y sonreír.

—Rascame.

Lo decía de una manera infantil, inocente, amatoria.

“Rascame”.

Yo cedía, como si él fuera uno de esos gatos espesos y sobones o uno de esos ansiosos perros dulces que tienen ojos de mirar despacio.

Nunca tuve uñas físicas que pudieran rascar. Cuando conseguí dejar de comérmelas empecé a cortármelas de tal manera que siguen pareciendo uñas comidas. Las mías, las de verdad, son de otro tipo.

“Rascame, dale”.

Entonces, él descubría su espalda de frontón, su ancha espalda morena, rústica, como una pared de color madera mate, opípara y titánica y se quedaba así, esperando que yo dejara lo que estaba haciendo para aliviar eso que a él lo tenía incómodo.

Yo demoraba adrede. Demoraba como el amo del perro que está ahí, con ojos de perro que está ahí mirando a un amo duro mientras reclama en silencio una caricia. Demoraba, preso en el ejercicio de la contradicción.

Después cedía. Lentamente cedía. Paso a paso cedía. Abandonaba cualquier cosa que estuviera haciendo y lo miraba primero, allí expectante, gatunoy perruno a la misma vez, como molesto y tenaz en su exigencia.

—¿Dónde te pica?

Ya había apoyado mi mano sobre esa superficie calurosa y tensa que era su piel, cuando le preguntaba eso, como una convención ya establecida por pactos preexistentes.

La percepción siempre era similar. La piel ardía debajo de mis dedos con una intensidad que traspasaba las yemas y se instalaba trepando por mis manos lo mismo que un sonido hecho con algadaras y capaz de derribar con su pedrada al corazón, a través de la sangre.

—Ahí —decía él— en la cicatriz del ala.

Era un punto en su espalda maratónica. Un hito ahí, perdido entre la cordillera central de su columna y la meseta ancha de su omóplato izquierdo. Un punto que nunca se aliviaba y renacía casi diariamente, hecho un recordatorio insoslayable.

“La cicatriz del ala” le llamaba mi hermano y sostenía que no se le había amputado bien su condición. Por eso, aquella marca de su origen, clamaba como un muñón irreparable.

Yo pasaba las yemas de mis dedos por sobre aquella zona tormentosa. Él sonreía diciendo “me hacés bien”. Y agregaba: “Vos no sabés lo molesto que es. No tenés alas”.

Yo nunca tuve alas, es verdad. Nunca tuve alas físicas como también carezco de uñas físicas, pero eso jamás me ha impedido ni rascar ni volar.

(De: Hijos de tierras áridas)

Participan en este sitio sólo escasas mentes amplias

Uno mismo

En tu cuarto hay un pájaro (de Pájaros de Ionit)

Un video de Mirella Santoro

SER ISRAELÍ ES UN ORGULLO, JAMÁS UNA VERGÜENZA

Sencillamente saber lo que se es. Sencillamente saber lo que se hace. A pesar del mundo, saber lo que se es y saber lo que se hace, en el orgullo del silencio.

Valor de la palabra

Hombres dignos se buscan. Por favor, dar un paso adelante.

No a mi costado. En mí.

Poema de Morgana de Palacios - Videomontaje de Isabel Reyes

Historia viva - ¿Tanto van a chillar por un spot publicitario?

Las Malvinas fueron, son y serán argentinas mientras haya un argentino para nombrarlas.
El hundimiento del buque escuela Crucero Ara General Belgrano, fue un crimen de guerra que aún continúa sin condena.

Porque la buena amistad también es amor.

Asombro de lo sombrío

Memoria AMIA

Sólo el amor - Silvio Rodríguez

Aves migrantes

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Feria del Libro de Jerusalem - 2013

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Café literario - Centro de convenciones de Jerusalem

Acto de fe

Necesito perdonar a los que te odiaron y ofendieron a vos. Ya cargo demasiado odio contra los que dijeron que me amaban a mí.

Irse muriendo (lástima que el reportaje sea de Víctor Hugo Morales)

Hubo algo de eso de quedarse petrificado, cuando vi este video. Así, petrificado como en las películas en las que el protagonista se mira al espejo y aparece otro, que también es él o un calco de él o él es ese otro al que mira y lo mira, en un espejo que no tiene vueltas. Y realmente me agarré tal trauma de verme ahí a los dieciseis años, con la cara de otro que repetía lo que yo dije tal y como yo lo dije cuarenta años antes, que me superó el ataque de sollozos de esos que uno no mide. Cómo habrá sido, que mi asistente entró corriendo asustado, preguntándome si estaba teniendo un infarto. A mi edad, haber sido ese pendejo y ser este hombre, es un descubrimiento pavoroso, porque sé, fehacientemente, que morí en alguna parte del trayecto.

Poema 2



"Empapado de abejas
en el viento asediado de vacío
vivo como una rama,
y en medio de enemigos sonrientes
mis manos tejen la leyenda,
crean el mundo espléndido,
esa vela tendida."

Julio Cortázar

Mis viejos libros, cuando usaba otro seudónimo y ganaba concursos.

Mis viejos libros, cuando usaba otro seudónimo y ganaba concursos.
1a. edición - bilingüe