Pájaros en la luz |
Llevo en mis
brazos aire, el aire, dentro de un huesecillo hecho todo de pájaros, un pájaro
que tiembla, un temblor que palpita encima de mi pecho, un pecho pajarero en el
que habita un sereno latido, el latido de un pájaro de aire que late encima de
mi pecho y en mis brazos.
Temo, no
obstante, que este pájaro se vuele y que me deshabite.
Temo que este
pájaro hecho con huesecillos de aire que tiemblan con latidos, se despierte y
escape de mis brazos y deshabite de su peso mi pecho y me deje el abrazo vacío
y este temblor vacío y esta emoción vacía, como un hueco en el que el mundo es
incapaz de habitar la maravilla.
Pero el pájaro
duerme. Plácidamente duerme. Confiadamente, duerme.
Yo camino, lo
transporto, levito para no despertarlo, no hago ruido ni siquiera en el espacio
del estremecimiento.
Soy algodón,
espuma, un hecho que no ocurre, un silencio que anda. Llevo un pájaro en
brazos. Un pájaro que duerme y que confía en mí.
Llevo a mi hijo
en mis brazos.
Mi hijo duerme.