Poema de Adamit
En la mínima geografía de tu magia
hay una poma con dulzor maduro
erguida y santa como una espiga para pan del Templo
en esas horas en las que Dios acude
pródigo
a los labios de todos los que hablan de la sed.
Ya eres ese pequeño terruño del cultivar del día
y bendices al sol que te bendice
con su claro andamiaje.
Se recorre tu nombre con fructificaciones y con ríos minúsculos
como una plegaria dicha a solas
y murmurada como la voz que ocupa las semillas
en las tardes donde ya no otoñecen las nostalgias del hombre.
Yo supongo que abrirás el silencio y la luz
como una clarinada llena de pájaros terrestres
y altos
altos pájaros terrestres con voces de abubillas
ocupando el azul como una ola de alas
sobre nuestras extrañas esperanzas de árboles
que van envejeciendo sin temor.
Creo, además, que tu nombre es una bahía verde
donde confluye la historia del silencio
transformándola en sauces
de los que nacen peces mediterráneos y nadadores
para mi patria personal tan cansada de que el sol no le ocurra.
Por último, tu nombre es una habitación donde guardar
los últimos conjuros y las prioridades apetitosas
como el bastimento de los que van a quedar solos
con la misión de repoblar la vida.
Ahí estarás, hecha toda de fecundidad y resplandor
y quizás
aceptes mi rodilla en el mínimo cuenco de tus manos
de "tierra pequeñita".