Yo puedo estar callado entre tus ojos.
Puedo estar tan callado que no notes
mi mirada en tus manos ni mi nariz ansiosa
del oscuro cimbreo de tu pelo.
Yo puedo estar callado
inaparente como una cosa más entre tus mundos
de pan y de papel,
de olivas y salitres
que espuman los contornos de la vida.
Yo puedo arder de ojos para adentro
todos los gritos y todos los deseos,
las cosas que pospongo bajo la luna llena
como viejas monedas carcelarias
y no hablarte del hambre en la que habito.
Yo puedo posponer mi desventura
de a pie por tu camino pedregoso
y hacer del aire un canto y un pájaro y un sobre
que no contenga cartas sin suspiros.
Yo puedo no ser malo y no ser recio
y no ser sólido y ser más cristalino
mientras cierro la boca de mis fosos
para formar lagunas con tus labios.
Yo te quiero callado y desde lejos
como hijo del rumor de tierra áridas.
Yo te quiero callado
y como sé
o te quiero callado como puedo
desde la libertad del viejo idioma
que se hizo con silencios sin palabras.
Un idioma de gestos cotidianos.