11.-
“Be
happy, be happy”, insiste Kangaroo después de un rato, “los nabongo están...”
duda un instante y por fin “¡over there!”
y estira su brazo largo como una brújula verde que siempre señala el
sentido contrario a la migración humana al costado de la cual manchamos también
siempre en sentido contrario, como si fuéramos ríos contrapuestos obligados a
marchar uno contra otro.
Van
Zandwegge explica a los desesperados que “nous allons à la ville” y lo repite
como “allons enfants de la patrie”, con la misma entonación y casi a gritos,
mientras el corresponsal filma “como un poseso” diría una mujer en otro mundo,
entre chuchos de malaria –“malaria”, le
dijo Spíndola, “é malato il paparazzi”– ese brazo colorido por el que la
humanidad se desangra, “y pretende el Pulitzer, como el comandante en alguna
otra guerra”, comentan Engel y Van Zandwegge haciendo gestos.
Se
escuchan detonaciones, otra vez.
12.-
Día
5
Spíndola
le apunta a la nuca y Van Zandwegge está arrodillado, inclinado, casi echado
sobre el suelo para mirar el rostro del mai-mai que intenta dibujar sobre la
tierra con la mano del brazo que le piso, un mapa en un infierno.
“Así
no se puede”, protesta Huarkaya.
“Cinco
que vuelvan con las mujeres y los mancos”.
Todos
me miran.
“¿Qué
me miran? Ahora, dije, ahora”.
“Obama is the new president from the United States of
América”.
Holowitz
nos muestra su teléfono móvil con la noticia, battery’s low, “puto mundo, un
negro presidente en un país de blancos y cinco millones de negros muertos en un
país de negros. Todo al revés, siempre.”
Riera y Kangaroo vuelven y se deja de escuchar
el pac...pac...pac...de los tiros de gracia.
El
camión ratea un instante mientras Higa y Goldberg terminan de acomodar en la
caja los sobrevivientes.
“Nosotros
no integramos una misión humanitaria” sigue gruñendo Goldberg.
“¿Pero
estamos aquí, o no? lo enfrento y nos miramos en una sudorosa pugna verde.
“Tranquilos,
tranquilos. Nosotros vamos a llevarlos hasta un hospital” susurra entre dientes Higa sobre los cuerpos
casi apilados de los sobrevivientes.
“Ustedes...Butter,
Riera”, ordeno.
“A
mí no me mires” se ataja Goldberg.
“Goldberg,
Huarkaya, con Higa”, ordeno.
“Maldición”
“¿Algún
problema?”
Dejo
de mirar el mapa que terminó de dibujar el mai-mai para mirar a Goldberg.
“No
es una buena idea”, replica Goldberg.
“Pero
es la orden que di. Así que moviendo el culo...ya.”
Le
señalo el vehículo con el fusil y ellos se van igual que los fantasmas de los
muertos.
Desde
la jungla regresan cuatro niños.
13.-
Casi chocamos
con la Cruz Roja bajo el agua.
Les traspasamos
los niños.
Llueve. No para
de llover. Todo es tan verde, tan monumentalmente verde y perfumado, caliente.
Son tres
italianos, quedaron separados de un convoy, perdidos, “tutti siamo perdutti”,
los consuela Spíndola.
Se escuchan
solamente detonaciones esporádicas, llueve, llueve, y el cielo es una confusión
de pájaros que van y vuelven sin encontrar sus árboles.
“Per il pronto
socorsso”, dice Spíndola traspasándoles
los niños y les señala la aldea arrasada.
Sobre el barro
va haciéndoles un mapa a trazos toscos que los guíe a encontrar el camión de
los sobrevivientes.
“Noi siamo delle
sforze speziale per gli bambini”, da una explicación de rutina que se pierde en
el fuego cruzado, igual que los de la Cruz Roja, los pájaros, los días de vida,
hasta que desaparecen todos los supuestos en la confusión de disparos en que
estamos envueltos durante diez minutos...y regresa el silencio.
(De: Viraje - Kivu Norte, tercera guerra del Congo- ed. 2009)