El sol es una
cabeza ensangrentada, redonda, sin cara, que se levanta sobre todos sostenida
por la mano de Dios como un trofeo.
“Oh, oh, mi
cerebro, mi pobre cabeza...” sigue
quejándose Holowitz mientras despedaza la mañana a largos tragos de café, “me
siento enfermo, estoy muy enfermo...” sus ojos acuosos y enrojecidos regurgitan
aún la borrachera, mientras señala zonas en un mapa confuso, tan enfermo como
él mismo.
“Vos ya naciste
enfermo”, le contesto impaciente, mientras Goldberg susurra por detrás de todos
los sonidos, como si fuera algo que no quisiera decir, “ni siquiera podemos
contar con Save the child”, y su mano extiende sobre el mapa otro reporte, lo
que transforma el problema secundario en problema primario.
Según la
predicción de Spíndola, salvar y sacar tienen dos letras de diferencia, el
problema está, se haga lo uno o lo otro, en donde ponerlos después.
“O antes, porque
ya deben haber empezado a movilizarse”, y el menor de los Jhonston sonríe
porque antes dijo que había empezado otra huída.
“Hasta el cura
se escapó, el de las monjitas y cruzó la frontera”, apunta Huarkaya.
“... por lo
cual, los niños deben estar caminando de nuevo y solos”, repite el menor de los
Jhonston.
“Si, de nuevo”,
agrego, “si, otra vez”, reafirma él, “así que ya no tenemos ni cura, ni ONG ni
nada”.
“ It’s not good”,
murmura Goldberg, “no es nada bueno para nosotros este viraje”.
Holowitz se
aleja del mapa.
Van Zandwegge
les traduce a las misioneras las últimas noticias sobre su destino incierto.
“Les arrasaron
el campo de refugiados ese donde iban, la gente está huyendo hacia la selva,
los rebeldes avanzan, todos matan a todos, no creo que podamos llegar hasta los
niños”, murmura, enfocándose por primera vez en los motivos que tenemos, “ahora
ya no sabemos donde están”.
“¿Entonces?” le
pregunto a Goldberg entre un escándalo de misioneras azoradas.
“It’s over”,
supone él encogiéndose de hombros, “no vamos a viajar con 120 niños soldado
robados, sin tener donde meterlos ni meternos, en el caso de que Engel y los
otros hayan hecho contacto con los regulares...”
“Estamos metidos
en la trampa. Todo en este lugar está en el infierno, ahora”, afirma Holowitz
que por fin ha conseguido vomitar.
Virginia
pregunta como tiene que hacer para llegar al Panzi
“Vas a hacer más
falta acá, porque a cualquier cosa que hayamos venido, parece que se puede
hacer en cualquier parte, todas dan igual”, le contesto tratando de no usar
malos modos.
“Something’s
wrong”, murmura el Jhonston grande, y me guiña un ojo.
6.-
Día 3. Me siento
como el náufrago de Owen.
Engel llegó.
Lleva una semana
relevando gente que huye, para poder reunir hijos con padres, pero no está
seguro de que coincidan ni en el 20% nadie con
nadie.
Además, él
también opina que da igual porque ya ni siquiera hay de quién hacerse cargo,
así que da lo mismo los 120 niños que teníamos que derivar a Save the Child que
cualesquiera otros 120 niños huyendo sin comida, sin agua y sin padres, en el
cuerpo de las enormes serpientes de colores que se lanzan a los caminos rojos
como acuciadas por el calor.
“Nosotros
estamos cagados, a menos que tomemos las cosas por nuestra cuenta o nos
volvamos o nos dediquemos a cuidar a las monjas”, dice Van Zandwegge y sonríe, “aunque
solamente pagaron por traerlas, no por cuidarlas”.
Traer monjas,
recuperar los 120 niños de la aldea esa, esos y sólo esos.
Nunca se
preguntan los motivos, algunos hasta suenan lindos y nadie rasca la superficie
para ver que hay en el fondo, “pero se
nos perdieron”, insiste Van Zandwegge, “no a nosotros en especial, nosotros
cumplimos, estamos acá ¿no? los que no están son ellos”.
Goldberg le
asegura que no estamos obligados a nada más que a lo contractual, porque, le
asegura, “bussines are bussines así que tenemos que encontrarlos porque está en
el contrato, los 120 que se llevaron los mai-mai de la aldea de la que Engel y
su grupo volvieron silenciosos asegurando que no queda nadie a quien
encontrarle los hijos”.
Caminamos con
Higa.
La calle parece
la de cualquier pueblo.
7.-
“Un operador de
fuerzas especiales no es un mercenario, porque su trabajo es legal, se lo envía
en un marco legal para hacer cosas que no puede hacer la fuerza regular, esa es
la diferencia básica”, no sé por qué le estoy explicando a grandes rasgos torpes
esto a la monjita, mientras el traqueteo le sacude el perfil y ella, como un
pájaro perplejo, observa el paraíso.
“...porque así
me imagino el paraíso”, dice, sin dejar de mirar uno de los territorios más
hermosos del mundo mientras se va muriendo.
(De: Viraje - Kivu Norte - Tercera Guerra del Congo) ed. 2009
(De: Viraje - Kivu Norte - Tercera Guerra del Congo) ed. 2009