sweet nightmare by Puken |
Áfricamía
El ruidoso pujar de un monstruo gemebundo se abalona
en mis oídos.
Mi vida es una sucesión de ráfagas. Sacudones y
ráfagas. Por instantes estoy vivo y por instantes no.
Cuando abro los ojos veo el cielo sobre mi cabeza,
como un momento azul. Debajo de mí, sucede un terremoto. La tierra se sacude
por debajo de mí, echado sobre una manta con olor a vómito y orina.
Estoy como en un bote lleno de gente ciega y muda,
que viaja por los lomos de la tierra, montado en ese ruido a monstruo
indefinible que parece habernos raptado de toda realidad.
Cuando abro los ojos veo a Angélica. Ella sostiene
mi cabeza. La ajusta entre sus manos a la mullida dureza de sus piernas.
Cuando abro los ojos, Angélica me dice: shhh...shhh,
como si fuera un niño al que debiera su voz calmar el miedo.
Si giro la cabeza veo gente.La gente acumulada en el bote. Superpuesta. Incómoda
e inmóvil en su incomodidad.
Sobre mí y sobre nosotros, el alto cielo somalí continúa
siendo un movible momento azul.
Tengo sed, como todos. Mucha sed.
Estoy semidesnudo y puedo ver las zonas tumefactas
si me esfuerzo. Ese olor a podrido no es del monstruo que me gime debajo.
Proviene de mí, de esas zonas mal cubiertas por apósitos negruzcos, de las que, las solícitas manos de Angélica, intentan espantar al mosquerío.
En la punta del bote, casi colgando en un ángulo de
popa, viaja uno de los australianos. Me hace un gesto de OK, levantando el
pulgar, y vuelve al estatismo de sus ojos que no miran el cielo, sino el camino
por el que ruge el bote y queda atrás, arrasado por una polvareda rojiza y
suspendida.
Entonces pienso que huímos de ella. Huímos de esa
polvareda que nos sigue como un gas de tierra y que si nos cubre, se
transformará en una rosada losa de polvo sepulcral.
Quiero hablar mas no puedo. Tengo la lengua hinchada
por la fiebre y la sed y los labios abiertos en minúsculas heridas tensas.
Angélica me dice que por fin llegó a nosotros la
Amisom y “nos trasladan, tío, nos trasladan...a un hospital, tío, a un hospital
en Kenya. Te vas a curar, tío, aguanta un poco más, que te vas a curar, te vas
a poner bueno, ya verás”.
Ella no sabe que de morir, quiero morir en África.
Es el único sitio en el mundo donde aún consigo
creer que existe Dios.
(de julio a septiembre, 2011 – En
Somalia Central, Cuerno de África- por si alguien no
sabe donde queda Somalia)