המורה אמר
Lo miré sorprendido, pero él no se inmutó.
—Ven aquí...Ven.– murmuró– Ven Ariê, ven.
En mis ojos todo era mordiscos y en mis manos, todo era uñas.
Lo odiaba sin mansedumbre en el instante de mis hojas dispersas. Lo odiaba sin subordinación, sin respeto. Lo odiaba, a secas, iracundo en mi orgullo, en mi autoestima, en una altanera, joven, apologética idolatría de mí mismo y de mis condiciones de escritor varias veces premiadas.
—Ven Ariê...Ven.– insistió.
Nos separaban mis dientes rechinando y su mansa sonrisa de maestro.
—Ven Ariê.
Me llamaba en español por mi nombre en hebreo, ese que él, casualmente, me había puesto, modificando mi apellido. Ariê en hebreo quiere decir “león”.
—Si no te quieres acercar, lo diré desde aquí... Ariê sham, Amos pô... Puedes escribirlo mejor. Tú puedes escribirlo mejor. Estoy seguro de que puedes escribirlo mejor. Y si te dijera que ese borrador está muy bien te estaría engañando, ariê sham, porque si bien está muy bien, puedes hacerlo mejor. Porque tú puedes hacerlo aún mejor, es que no dejo que te conformes con este texto, tal como ahora está.
—Ya no está, morê.
El viento arrastraba las hojas del borrador de mi libro, como trozos de pájaros.
—Ven, ariê sham...Ven.– volvió a insistir y yo volví a resistir– Un texto literario es como un manjar sabroso y alimenticio ¿ken?... Sus elementos conjuntos y sus elementos separados conforman un sabor complejo y completo, pero en la unidad. Separadamente, ningún sabor debe opacar al otro. Todos los sabores deben tener el preciso equilibro como para poder ser distinguidos entre sí por el paladar...El paladar en este caso, es la sensibilidad de quien va a leer. Si pones mucha sal, estará salado...mucho picor, arderá en la garganta, si no condimentas, estará desabrido y no lo comerán...Pero si equivocas los elementos, no será el alimento que quisiste preparar para ese paladar. No lo será. Si tú equivocas la calidad de tus alimentos y no diferencias el cerdo del cordero...no sólo no serás un buen judío. No serás un buen cocinero ni un buen escritor. Aprende a tallar, ariê sham. No importa lo que digan esos que te cubren de loas los oídos cada vez que te premian. Amos pô te dice: aprende a tallar esa belicosidad narrativa que tienen tus textos. Ni gato por liebre ni cerdo por cordero, ni azúcar por sal...y serás un gran artesano del que yo estaré aún más orgulloso. Ya eres un buen escritor...ahora debes aprender a ser un buen artesano de la palabra. Empieza por la humildad, ariê. La humildad es autocrítica, siempre. Cuando hayas obtenido el producto, recordarás a Amos y dirás: "había viento en el Neguev y mi libro volaba, deshojado, porque mi morê me dio una lección de humildad. Los grandes son humildes, Ariê, porque no necesitan demostrar que son grandes, dijo mi morê." Porque sé de tu potencial y confío en él, lo digo, Ariê. Ya eres un excelente minero de la palabra...quiero, además, enorgullecerme del orfebre que hay en ti.
(De: Sangre de combatiente (Memorias del Neguev) - ed. 1986)
(De: Sangre de combatiente (Memorias del Neguev) - ed. 1986)