—Tu problema es que eres incapaz de verbalizar lo que te pasa si no lo escribes. No sabes hablar...A hablar como la demás gente, me refiero...A hablar, así, hablar, como los demás ¿no? Decir lo que te pasa, como hago yo, como hace todo el mundo... Aunque eres muy bueno con las arengas no sabes hablar normal...Ahí sí, cuando tienes que marcarte un discurso no hay quien pueda hacerte callar... Pero después, ni siquiera cuando sé que te he hecho algo que te ha despertado ganas de asesinarme, eres capaz de ponerlo en palabras sonoras o de decir: Pichón, me has jodido fiero. No. Te callas, te retraes, andas haciendo la mula por todos los rincones hasta que te vas y no vuelves en tres o cuatro días o en tres o cuatro meses (eso depende de lo que te haya hecho). Así las cosas siempre han de dolerte más... y más largo, también. Si no has conseguido escribirlas a tiempo, se te quedan ahí, como un quiste que te oprime el latido y te pone cada vez más torpe el corazón.
(De: Hojas de sombra)