No Hemingway y algo de Childe Harold
Alianzas macabras

Aquí, allí, todo es el mismo olor a macerado, a rancio, a repodrido, que brota de la piel como si también fuera yo un animal del barro, de esos que se revuelcan para limpiarse los parásitos y evitar las grietas en su cuero correoso y esa expresión hedionda de sus glándulas públicas.
Sé que no debo pensar en cosas desagradables y malignas.
Sé que no debo establecer alianzas con gente que no domina ni su lengua ni su gatillo, aunque lucen como los mejores para ser comisionados por los que deseen mantenerse en la sombra y que otros ejecuten sus sugerencias festivas.
Un conductor de grupos conoce las implicancias de inducir a la acción a ese tercero que desesperadamente busca salir a matar en campo abierto.
Es parte del beneficio opulento que ofrecen el cinismo y la maldad, conjugados y alertas frente a la aparición mediática de un enemigo que nos acontece porque se le ocurre y al que nunca nos propusimos odiar.
Pero luego de ese asombro primario en que uno se pregunta ¿qué le pasa conmigo a Tal? surge el inevitable “bueno, ahora le haré algo para que realmente tengan sus derrapes un motivo plausible”.
Ahí cabe el tercero vocacionalmente asesino, al que se estuvo conteniendo en las gateras.
Se lo mira como a una estatuita china, invalorable y de ser posible, se lo mira delante de un espejo, para verse uno mismo el gozo que otorga pergeñar dulces malignidades.
Una palabra debe bastar. Allá irá el bruto ciego a embestir lo que señale de soslayo la mirada, esa, que en realidad le indica un camino recto hacia el ejercicio de la beligerante estupidez con la que representará nuestros deseos.
Porque para algunas cosas se precisan aguerridos estúpidos que no estén midiendo las consecuencias que el mentor mide, recluido en la sombra y observando como se producen los pedazos de la carnicería.
¿Por qué me aliaría con un infeliz de esos? ¿ No pregono de mí mismo que arreglo mis propias cuentas y mato con mis armas?
Tal, en estos casos, debe ser del infeliz usable, algún mal enemigo, antes - por supuesto - de optar por convertirse en el mío, con su actitud mediocre y pulverulenta contaminadora de mis espacios calmos. Permito, entonces, que mi ocasional partenaire le arregle a Tal las cuentas por los dos.
Esta liviana alianza es una forma – también - de arreglar mis problemas de munición pesada sin desperdiciar parque en los chimangos.
(De: Hojas de sombra)
Malón
Es tan obvio de donde aparece la indiada, que si lo digo me sentiré xenófobo. Así que mejor callo esta boca “insumisa” y escupo el regusto a lo que no me gusta, para que se lo beba la tierra ( casi tirria) que todo se lo bebe, este hoy por hoy.
Las cosas obvias me quitan las buenas ideas. Termino en un bostezo de gato malhablado que se aburrió de estar durmiendo-se todo. Prerrogativa de los gatos sobones, esos, que no seré.
Me acuerdo de mi abuela y de Tom Mix.
Ahora, aparecen indios de América del Norte por todas las esquinas. Veo mohicanos, cherokees, cheyennes, apaches y quién sabe cual más que no llegó porque no le sellaron el pasaporte para un vuelo de urgencia.
Siempre seré comanche, porque comanche era cuando mi abuela me contaba los cuentos de Tom Mix, intentando que me quedara quieto dentro del guardapolvos planchado con agua de almidón.
Entonces olía a sol.
Ahora, como en aquellos cuentos, por todos lados aparecen indios y aparecen Tom Mixes que exterminarán la libertad de las planicies verdes, los bisontes y matarán leyendas con sonrisas de celuloide, mientras aplaude una platea que necesita heroísmos de hollywood.
Parece casi una fuga de agua en un caño público. Pero no sale agua. Salen indios.
Así es de potable la red contaminada.
Nunca se es único. Ya existe un patrón en el que justo, quizás hasta de pedo, uno encaja sin proponérselo.
Encaja, justo, porque no tiene patrón y llega, con la idiota validez de lo auténtico.
(De: Hojas de sombra)
Depredador

Me aburrí todo el día.
Es esta puta indiferencia hacia las cosas lo que me tiene inerte como un alga flotando encima de tanto estancamiento.
Me siento estancado también yo, porque la adrenalina se transforma en una droga dura cuando se ha abusado de ella tantos años y pasa su factura cuando llega la calma al músculo en alerta.
Fofo de corazón y de cerebro, voy perdiendo motivos por fuera del combate.
No me estimula casi, casi nada y esta molicie de predador al pedo me trepa por las ganas de portarme mal; entonces obedezco, pongo cara de perro boludo que no quiere disgustar al dueño y digo: ken, ken, ken, ken, mientras por dentro de mí, mis dientes interiores mastican a mis dientes que pujan por morder lo tan estólido.
La chatura ha llegado como un pariente que se quedó sin casa, una vez más.
Sin embargo parece el preferido de toda la familia. Y uno ahí, aguantando su charla de invicta boludez. Y uno ahí, buscando la forma de salir por la ventana o meterle una granada en la garganta, para verlo estallar salpicando todas las paredes con su minúsculo cerebro de maní.
¿Y después qué? Después estalla y ¿qué? ¿Sirve de algo o vamos a quedarnos hasta sin su cerebro de maní?
¿Y después qué? ¿Vamos a extrañar sus simpatías de mascota que tiene una para cada ocasión y ya no distinguimos, los demás, a quién quiere o a quién odia, porque a todos les da la misma mano, esa de congraciarse?
Estoy en el momento del desprecio, cuando me siento diferente a todo por aquel tema de la adrenalina que tuvo siempre en jaque a mis sentidos, sin permitirle descansar jamás a esta extinta furia creativa que ahora me bosteza en el estómago y apelmaza mis manos a un almohadón untado con perfume en el que me limpio el semen de la paja.
En el fondo soy sin duda un psicópata. Tengo varios niños muertos en mi haber, entre los que también cuento al que yo fui.
(De: Hojas de sombra)
Des-dicho de amatoria
quiero oírte gemir
se me ha perdido en la selva tu grito de batalla
tu pubis borrascoso
tus muslos aluviales con cadenas
que opriman mi espesura
tengo sed de todos tus sabores
del olor de su clítoris perfecto
y escondido
en lo marrón profano de tu esencia
eras mía en el ayer distante
serás mía mañana
sobre el vértigo de tu cintura suave
y en el suave descanso de mi lengua
cuando te pertenece por las noches
nada se te compara en la indecencia
flota tu luz encima de mi herida
y es un tajo tu sexo
que me sangra de sol aquí en la boca
desde el orgasmo tu silencio me excita
en la mirada
tus ojos son mis ojos en la lengua
y tu cadera
da la curva al mundo
pequeña mujer mía de las guerras ignotas
¿por cuántos pretendientes ha paseado tu aroma
de frutillas y lanzas?
blanco de mi eterna arquitectura
perfecta y natural como el amor
exégeta
en lo imposible de las lunas largas
y en lo posible de todos los idiomas
fecundada y vital
penetrada y altiva de embarazos
¿cuántos hijos tuvimos hasta ahora
hechos de malas noches
de amargura
de mareas y pájaros y espantos?
pequeña mujer mía de las piernas perfectas
y el gesto desafiante
gordita mía de los ojos verdes y la intimidad larga
¿cuántas noches de miedo fue tu hembría
la que jaló de mí y me volvió humano?
al fin y al cabo cargamos nuestra historia
en este amarnos a pleno cementerio
Diario somalí
Diario somalí
Según otros, yo
Espacio de Mien-on

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