No title by Eliyeau |
1
Los dos sabemos que en tu cuarto hay un pájaro.
Los dos sabemos que un pájaro aletea en todos los
rincones de tu cuarto
y que zurea a veces como un eco.
Vamos y regresamos de tu pájaro
de tu pájaro de alas extenuadas y de pico hecho a la
historia
de enarbolar idiomas sin recursos.
En tu cuarto de niña que no fue consentida, habita un
pájaro.
Hay un pájaro noble entre las paredes y en esa levedad
que tiene la pelusa
que olvidaste barrer
y se esconde sin pánico ni alas debajo de tu cama
voladora.
En tu cuarto hay un pájaro que debería enseñarme a volar
sobre las tardes
donde el clima es una fruta seca
y esparce el jugo rancio de mis cansadas historias
perpendiculares
sobre la pequeñez de este universo.
En tu cuarto
hay un pájaro tibio que solamente a veces habla en
lenguas
y que habita en un pájaro que canta.
Yo no puedo acceder a ese cuarto tuyo
hecho con alas que
intentan volar.
Soy
la antimateria de
tu llave guardadora de pájaros.
Mientras viajo en esta vocación hecha de trenes
pienso en la llamarada de tu pelo
terco y anélido como un mar sagrado
un mar de vientos negros donde caen oleajes espumosos
hechos de sal radiante.
Soy el de los trenes que se alejan
y el de los helicópteros
que no ha podido aún fundir el ritmo del metal profundo
en el rito del fuego con quemazón de olvido.
Le pertenezco a la agonía.
Y solamente a veces, igual que vos
le pertenezco a aquel pertenecer
en que nos extraviamos sin habernos siquiera visto
apenas.
3
Hay una mora que te habita la mirada impalpable.
Hago que no te miro.
La mora es un jugo rugoso y repleto de pálpitos
que rodea de carbón mi escombro.
Hago que no te miro y hago
que no deseo la
mora de tus ojos
ni a tus ojos que no tuve nunca tan cerca ni tan ansiados
ni tan ansiosos.
En tus ojos hay una espléndida colección de ángeles
que pienso dibujar en un tronco de morera.
O quizás, en el tronco del árbol de la vida
como un círculo que no estaba previsto
en aquellas viejas cartas
4
La tuya, Ionit, es una belleza agazapada.
Hay algo de gamo en tu belleza y algo que tiene que ver
con los rinocerontes.
Tu belleza es invulnerable en su totalidad
y pertenece a las cosas nimias
como una flor tranquila al borde de un camino que no
lleva al agua.
Para mis ojos que se han puesto miopes a fuerza de
torpeza
tu belleza es una ecuación que resucita el sentido de la
gravedad
es una manzana mordida por la boca de un patriota hambriento
y es un relato
un relato para dormir después de oír un relato en el que
el mundo
se vuelve un hecho realizable
Tu belleza no está adscripta a la comunidad de todas las
bellezas.
Es absoluta y fantasmal como la noche en que se pierde el
rumbo
y zumban los oídos con las voces antiguas del desierto.
Tu belleza tiene la incipiente languidez del camello
y la resistencia de las grandes historias.
Es tuya, solamente, como los grandes ritos se destinan
a la sacerdotisa predilecta.
Un demonio con el vientre roto te observa embelesado
como si recién hubiera descubierto el mundo.
5
Pienso en qué diría mi abuelo si te viera
seductora y antigua como un pan.
Vas como el pan de pródiga
de este aquí hasta un allí
que me acerca con timidez de miga oscura
esa miga oscura del pan que se le extravió al trigo
y es amargo y raspa la lengua de decir las palabras que
se calló primero.
Vas con tu pan hecho de harinas blancas
y sazonado con la sal marina de los tiempos que se
desmoronan
y te sientas al borde de esta miga seca
donde se han dado cita las semillas del centeno que no
tiene silo.
Eres el pan de los viajes que caminan por los kilómetros
ausentes
los kilómetros que quedan siempre lejos
y lastiman los pies.
Yo soy un pan promovido a ser pan en la mesa
donde las guitarras estallan y se derrama un vino tardo
que tiene el color intacto de tus ojos.
Mi abuelo te amaría con una intensidad abuelística.
Te amaría como amaba el pan y los apocalipsis con
mujeres.
Mi abuelo te amaría con insensatez rubia
y con la Condecoración al Mérito
y buscaría los requisitos con que tu corazón
se transformara en nieto de su risa.
Se volvería cabal, repentinamente, como los hombres que
no son tan viejos
y han encanecido sólo porque están tristes.
6
El día pone en tus manos su curriculum.
Comienza diciendo que el cielo ya nos ha abandonado
antes que salga el sol
y que escarmentemos con la niebla a los que están
perdidos
buscando sus pedazos separados de sus otros pedazos.
El día
trae sobres
cerrados que guardan muchos trapos con sangre
trapos sangrantes o trapos ensangrentados
de los que sirven para vendar muñones de la víspera.
Es tu pájaro que vibra el que se acostumbra a mis flores
de herrumbre
y se acerca imprudente
como un niño se acerca a las grandes máquinas
para entender esos mecanismos confusos que diseñan
catástrofes.
Hemos visto, Ionit, pasar el sol como un reemplazo que
intenta no llegar a hacerse con su puesto.
El sol parece un reservista que ya se fue a casa
y está lavándose los pies cuando oye el bombardeo.
Mientras yo hablo de las malas hierbas
en tus ventanas se agolpan libélulas bondadosas
que impiden asomarse a los tuertos y a otros desfasados
como yo.
Pero quiero que sepas que tengo un arte antiguo
con las cerraduras y los puentes para demolición.
Sólo frente a tu puerta
titubea este poder remoto de mis llaves
y los pilotes que se afirman sobre el fondo limoso
en este río sórdido que te moja la credulidad
se la pasan crujiendo como ebrios aturdidos, tambaleantes
y perennemente sedientos.
¿Le darás paso al día del espanto, Ionit?
¿Pronunciarás la vida?
7
No pensaba llamar a tu madre, Ionit
y debe ser por eso que me atendió tan mal
pero yo necesitaba saber si había respuestas que leer
o si vos escribías historias al borde de esas respuestas
que no estaban en ninguna parte.
Con esta voz de desconocido y de olvidado
dije su nombre
y volvió a resultarme impronunciable como ciertas fricativas
chinas.
Impronunciable así de impronunciable por mi corazón.
No dije bien su nombre por mi mala costumbre de no
decirlo bien
y tu madre debe haber elegido un objeto con los ojos
que arrojarle a mi pésima fonética.
Siempre supo que el francés no es lo mío
pero no lo entendió
así que mi reincidencia en hacer de su nombre una debacle
debe haberle sentado tan mal que por eso
-para que no insistiera en hacerle escuchar las preguntas-
me dio todas las respuestas
hasta aquellas que correspondían a cosas que nunca
pregunté.
8
Atónita de sombras
ves golpearse tus credos
contra el eje del mundo
y acampan sobre tus manos los escalofríos
como si se tratara de la sensación térmica.
Hay una ajenidad para tu nombre
desestabilizado por mi lengua que lame ese plumaje
primerizo
de avecita que llora hambreada y pertinaz.
Busco en mi voz algún sonido con el que protegerte
de las águilas calvas
los gallos cocoreros con un parche en el ojo
los gavilanes fundadores de camelódromos
la boca desdentada de más de un hipopótamo
y de la incertidumbre que te asalta
al descubrir que quien cuida de vos es
un tigre muerto de hambre.
9
Se ha acabado la absenta y el acónito no crece por aquí
pero podemos usar cerveza de marula
para brindar por todo este silencio
en que jugamos a hacer más silencio y mudez como la de
parálisis de lengua.
Emitimos sonidos identificables
monosílabos más diminutos aún que un monosílabo morse
pero identificables por el estado absorto de los ojos.
Voy ganándole en impudor al desengaño
y oigo música griega
mientras Ionit me pregunta si es “jazz griego”
porque a mi lado ella descubre su costado melómano
como en clave de do
y su alegría se parece al Cirque du Soleil.
Nos tratamos con un usted ridículo
que casi parece una vía férrea
en la que crece un tren que va hasta el alma.
Quizás hasta tenemos miedo de hacernos más nosotros
si el otro nos menciona
como parte de esas casualidades que ocurren cuando Dios
intenta parecer inoportuno.
10
Este trozo de mí, desconocido como lo que no miro
parece una flor blanca formada por mil mariposas
o es un trigo que reza.
Sé que me enojo inútilmente con su frondosa multitud
con su latitud de pajarito voluntario
con sus historias en que sobran héroes y faltan tipos de
a pie
pero Ionit
como si el alba le pidiera permiso a su boca para
volverse alba
y yo tuviera que hacer lo mismo
pedirle permiso a su cabello que se desmorona como un río
nocturno
se ríe de mis truenos y de mi desgastado síndrome de
Júpiter.
Semidiosa del tiempo en que extraviar la angustia
es un libro que canta
cuando escribe de mí.
Y yo no cantaré pero sonrío, cuando escribo sobre ella.
11
Has decidido esperar por Dios en todos los portales
como si de tu espera
dependieran el vino y el tesoro.
Ese esplendor de deidad inmune te vuelve hecha de cántaros
en que guardar abejas momentáneas.
Yo soy apenas una vieja estructura
que resiste los convencionalismos
un fuego que arde inhóspito y no sirve para asar manjares.
Soy apenas un mito de los muertos.
Un esqueleto apenas, casi vivo,
lejos del homo sapiens.
Pero tu luz se ajusta al mundo entero
y a todo lo entero de mi mundo, como una sola luz.
Nace vida en tu nombre hecho con pausas
y yo soy el que espera
como espera una piedra y el que viaja
sobre la cresta vertebral
del tiempo de la espera.
Renace de tu luz todo el paisaje vibrante de campánulas
y yo bajo la lágrima del día
me pruebo varias máscaras que no me sientan bien
en este juego de desconocidos
craquelados.
Quisiera fabricar una aldea para obsequiarte el día
pero no tengo un día en este rostro que se perdió a si mismo
y no se encuentra.
Viajamos sin la luz como los náufragos.
En vos renace el sol.
Yo sigo preso
y te nombro la mítica candela de mi mundo
mientras camino inútil por la tierra.
12
escrito con la pluma de una grulla
en el lomo de un sol que no despierta
de su larga agonía.
En la orilla del tiempo, como un faro
de iluminar la niebla
sos un hilo de sal bajo la luz.
Lejos del mundo yo, la barca rota
espero con las flores del olvido
que me llegue tu nombre por el agua.
Conservo un niño en mí que a nadie he dado.
Un niño preso y una flor cautiva
que todos desconocen.
Ésto de ser pájaro guía es triste
en la constelación de los perdidos.
Sobre el espejo de tu sombra llueve
el golpeteo manco de mis alas
y yo estoy como siempre
anclado en la deriva sin estela
añorando un ropaje hecho de luz.
Suelo dejar papeles en un ánfora
que amaso un día y al siguiente quiebro
y vos llevás los brazos florecidos
y hacés guardia en la puerta de mi mundo
como quien hiere el agua con su mano
mientras busca un tesoro.
Tu reflejo en suspenso es todo búsqueda
y yo me busco en él
pero lo rompo como a un crisol con alas.
Cuánto espejismo hay cuando está oscuro
y sólo los fantasmas nos traducen.
Soy un fusil sin fe
que aún se dispara.
Päjaros de Ionit y otros poemas de buen amor - edición en español
- Copyright by Gavrí Akhenazi (Licencia estándar de derechos de autor)
- Publicado en EEUU: 2 de mayo de 2017
- Idioma:Español
- ID del Producto 23166352
- ISBN: 9781365851612